miércoles, 18 de enero de 2012

La comunidad (6)

[Tu padre se ha ido]
 -¿Quéee? ¿Adónde se ha ido?
-Le dije que se quedara en casa -estaba claro quien llevaba los pantalones en mi familia, y no era precisamente mi padre-. Pero decidió irse al bosque por su cuenta... Nunca me hace caso.
-Me voy a...
-Como te vayas... -¿cómo me vaya qué? Mi abuelo parecía furioso. Nunca le había gustado que yo me parecía más a mi familia paterna que a él. Un hombre sin escrúpulos decidido a aplastar a quien fuese solo para conseguir lo que se proponía.
-Solo me voy a buscar a mi padre. Tengo que hablar con él...
-Pero te vas, ¿es esa tu decisión?
-¿Estás seguro? -noté un rastro de duda en mi madre. Casi tuve la esperanza de que me retuviese o de que me reconociese como hijo suyo- Si lo encuentras dile que mañana muy temprano van a buscar a su hijo por el bosque. A ver si no le importa al señor Rossman buscar a su hijo primogénito.
Eso ya fue la gota que colma el vaso. Siempre el hijo primogénito. Yo nunca he existido. No hay más vueltas que darle. Me voy. Está decidido. No quiero saber nada más de ellos. Aunque primero tengo que hablar con mi padre. Él es distinto. Él me entiende.
-Voy a ir a mi cuarto a recoger mis cosas. Me voy. Conozco la salida.
-Ni te molestes en volver... -mi abuelo mostraba una mirada tan fría que ahora mismo se parecía más a un vampiro que a lo que era realmente. Pero noté que su corazón estaba tranquilo, aliviado y ¡contento! Será...
-No te preocupes. No pienso hacerlo, no a corto plazo.
 Me levanté y subí las escaleras a toda velocidad hasta mi habitación. Cerré de un portazo. Mi habitación ya no es lo que era. Ya hacía una semana que había recogido todas mis cosas y preparado una mochila. Hacía ya una semana que había tomado una decisión, pero no estaba preparado. En cambio ahora después de todo esto, ya no tengo dudas. Éste no es mi hogar.
Salí por la puerta trasera, no tenía ganas de ver ni a mi madre ni a mi abuelo. Me dirigí hacia la parte más alejada de la comunidad, cruzando un pequeño riachuelo. En aquella zona el bosque era muy espeso, pero atravesando al menos unos setecientos metros había varios claros bastante grandes. En uno de esos claros vivía Sarah Elizabeth Grewman, la tía paterna de Miranda. Es más joven que su hermano y vive sola en una casa pequeña a casi un kilómetro de la comunidad. Desde que su hermano se había ido, se aisló de todos y, nadie sabe cómo, siguió con su vida.
Yo ya sabía que vivía en esta zona. Me había cruzado con ella un par de veces recorriendo el bosque. Tiene los mismos ojos que Miranda y Andy. Semanas más tarde encontré su casa y ella me contó su historia. Es una persona muy amable y social, lo cual no era de esperar, ya que lleva viviendo sola desde hace dos años. A partir de ahí, la visitaba de vez en cuando. Yo también le había contado mi historia. Ella siempre supuso que yo, tarde o temprano, me iría para la casa de mi tío Jeff. Estaba equivocada. No iba a crearle problemas con su propia familia. A pesar de que sea muy distinto a ellos, siguen siendo su hermana y su padre.
Ya estaba llegando a casa de Sarah. Intenté buscarla con la mente para saber si estaba en casa y avisarla de que venía para quedarme un tiempo. Al menos hasta que Miranda y su familia volviesen y se arreglaran, al menos, la mitad de los problemas. Sarah estaba en la cocina haciendo un pastel. Le encantaba hacer pasteles. Cuando no estaba haciendo pasteles, arreglaba su jardín trasero, si no estaba paseando por el bosque recogiendo setas o bayas. Siempre estaba haciendo algo productivo.
Sarah salió al porche. Me esperaba con una expresión preocupada. Conociéndola como la conozco, me echará un buen sermón sobre si había pensado bien mi decisión y si no me iba a arrepentir. Esta vez lo tenía muy claro. Esto es lo que necesitaba. Estoy muy seguro. En aquella casa me estaba ahogando. Cuando llegué junto a ella no me dijo nada, simplemente me abrió la puerta de su casa y me dejó pasar. Ya había estado más veces dentro de su casa, pero lo que me esperaba dentro... ni lo había pensado siquiera.
Sentados en la mesa de la cocina estaban Andy y mi tío Jeffrey. Estaban a punto de cenar, y había un sitio vacío. Me esperaban. Dejé mi mochila en un rincón y me senté con ellos. Se me quedaron mirando esperando mi reacción.

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