miércoles, 13 de julio de 2011

Prólogo

Es impresionante lo que a veces hacen los animales y como un feroz lobo o un oso gigante pueden llegarse a convertir después de una situación trágica, en la que algún curioso y especial humano esté mezclado, en un ser más humano que el propio y existente humano.

Claro que Miranda en lo último que pensó aquella tarde de verano fue en lo que cambian los animales. Aquella tarde, mientras estaba recogiendo un poco de leña para la fogata que se iba a hacer esa misma noche, Miranda fue atacada por un lobo hambriento y feroz. En un principio, pensó que el lobo tenía hambre y tenía pensado cenársela. Segundos más tarde, pensó que a lo mejor no era un lobo, sino una loba y estaba protegiendo a su camada. En los pocos minutos que permaneció paralizada por el terror, buscó miles de teorías para que un lobo estuviese delante de ella a aquellas horas y justo en aquella zona, poblada y con presencia humana habitualmente.

Sin embargo, no era uno ni lo otro. Miranda estaba muy equivocada, aunque no lo sabría hasta pasados tres días. Aunque se enteraría de mucho más de lo que ella nunca imaginaría que podría suceder y mismo EXISTIR.

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